Las mejores inversiones a largo plazo para evaluar en la temporada de otoño
septiembre 9, 2025Mejores inversiones a largo plazo. Cuando se piensa en inversiones, es inevitable valorar el largo plazo. Mantener el dinero en un mismo lugar durante varios años no solo permite que crezca de forma constante, también ayuda a sobrellevar los inevitables altibajos del mercado. Al final, esas subidas y bajadas tienden a equilibrarse, y ahí es donde se nota la paciencia.
Lo interesante es que este tipo de estrategia aprovecha la fuerza del interés compuesto y el crecimiento natural de los activos, lo que da una sensación de solidez y estabilidad.
Glosario del contenido del artículo:
- Por qué resultan tan atractivas las inversiones a largo plazo
- Las ganancias invirtiendo a largo plazo
- ¿Es un buen momento para las inversiones a largo plazo?
- Las 5 mejores inversiones a largo plazo según los economistas
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Claro, no se trata de perseguir ganancias rápidas ni de apostar a movimientos especulativos, sino de confiar en instrumentos que han demostrado ser confiables, como acciones de empresas grandes, bonos o fondos indexados.
Con el tiempo, esa disciplina termina marcando la diferencia; el patrimonio no solo se resguarda frente a la volatilidad, sino que va creciendo de manera sostenida y mucho más segura.

Por qué resultan tan atractivas las inversiones a largo plazo
En el momento que dices “Quiero invertir mi dinero”, resulta evidente que pensar a largo plazo puede dar mejores resultados, pero hay que tener en cuenta que no hay ganancias rápidamente.
El truco siempre será ser paciente y tratar de no entrar en pánico cuando el mercado no favorezca tus inversiones, ni caer en la tentación de vender en el primer repunte. Esa calma es la que, al final, marca la diferencia.
Grandes inversionistas decidieron mantener sus posiciones durante la crisis por la pandemia en 2020; si bien los primeros meses no fueron fáciles, lograron recuperarse después de los meses más duros.
Fueron capaces de resistir esos momentos de incertidumbre, donde todo parecía perderse y lo mejor es que vieron como con el tiempo, el mercado tomó más fuerza.
Lo bueno de pensar en el largo plazo es que no se tiene que estar pendiente de cada movimiento como hacen los traders. Se puede programar la inversión, dejar que funcione casi en automático y, mientras tanto, enfocarse en lo que realmente importa en la vida, sin el peso constante de estar revisando gráficos o noticias financieras.
Las ganancias invirtiendo a largo plazo
Esto es muy sencillo de explicar, todo dependerá de dónde pongas tu dinero. Hay quienes logran rendimientos muy altos con acciones específicas, incluso del 20% anual durante años, pero claro, llegar a eso requiere un trabajo previo importante: investigar, analizar y elegir con cuidado.
La otra cara es que también existen opciones más sencillas, como los fondos indexados, que suelen ofrecer rendimientos promedio del 10 al 12% al año sin tanta complicación. Y aunque pueda parecer un número más modesto, en realidad es bastante atractivo cuando se sostiene durante décadas.
Un detalle que muchas veces se pasa por alto es la importancia de no vender demasiado pronto una inversión que está funcionando bien.
Hacerlo puede frenar el crecimiento porque entran en juego los impuestos sobre las ganancias de capital, por eso conviene revisar cómo se ha comportado un fondo en el tiempo y tener claro qué nivel de rendimiento es posible esperar si se mantiene la paciencia.
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¿Es un buen momento para las inversiones a largo plazo?
No se trata de adivinar cuál es el “mejor momento” para entrar al mercado, sino de mantener la disciplina. Al final, siempre hay que recordar que el mercado suele crecer con el tiempo, y lo que realmente pesa es cuánto permaneces dentro, no tanto el día exacto en el que empezaste.
Un claro ejemplo de esto lo vemos con el S&P 500, con un rendimiento promedio cercano al 10% anual en el largo plazo. Esa cifra no se logra de la noche a la mañana, sino con constancia.
Claro, eso no significa que haya que poner todo el dinero de golpe; el mercado puede subir o caer mucho en cuestión de semanas.
Por eso, es preferible la idea de invertir poco a poco cada mes o cada quincena, aplicando lo que llaman “promedio de coste en dólares”. De hecho, muchas personas ya hacen esto sin darse cuenta cuando aportan a su plan 401(k) en cada cheque de pago.
Esa constancia es lo que termina dando frutos a lo largo de los años. Y si bien cualquier momento puede servir para invertir pensando en el futuro, resulta aún más atractivo cuando las acciones han caído durante una recesión: ahí es cuando uno puede comprar con descuento. El problema es que, justo en esos momentos, el miedo suele frenar a muchos.
Así que lo mejor es invertir con regularidad, en las buenas y en las malas. Solo así uno se asegura de seguir construyendo, incluso cuando el mercado parece estar en contra. Claro, para aprovecharlo hay que estar preparado, tener la cuenta lista, con fondos disponibles y la mentalidad puesta en el largo plazo.

Las 5 mejores inversiones a largo plazo según los economistas
Dentro del enormes mundos de las finanzas existe un montón de inversiones a largo plazo donde puedes dejar tu dinero, pero ¿cuáles son las más rentables?
1. Fondos de acciones
Los fondos de acciones no son un solo producto, sino una colección de distintas empresas. A veces están agrupadas por un tema como compañías estadounidenses o de gran capitalización, y eso hace que invertir sea mucho más sencillo. Claro, la gestora del fondo cobra una comisión, pero en muchos casos esa tarifa es bastante baja.
Es una alternativa estupenda para los inversionistas que no quieren pasar horas y horas analizando acciones individuales.
Adquiriendo un ETF o un fondo mutuo, permite participar en el mercado con un enfoque más agresivo, sin necesidad de convertir la inversión en un pasatiempo de tiempo completo.
A la hora de hablar de riesgo, suele ser menor si se compara con acciones por separado y, además, implica menos trabajo. Aun así, los movimientos anuales pueden ser fuertes, hay años en los que se gana un 30% y otros en los que se pierde lo mismo.
Es importante tener claro que cuando el fondo no se encuentra bien diversificado, el porcentaje de riesgo crece; tal es el caso de un fondo que se encuentre centrado en una sola industria, como, por ejemplo, la química, este sin duda se verá influenciado siempre por algo muy específico, como los precios del petróleo.
La ventaja de esto es que es más sencillo de entender que una inversión en acciones individuales, y al tener muchas empresas distintas, su valor suele mantenerse más estable.
Si eliges fondos amplios, como los que siguen al S&P 500 o al Nasdaq-100, se crea una mezcla de empresas de alto crecimiento mucho más sólidas, lo que permite un equilibrio interesante entre seguridad y diversificación, ofreciendo buenas oportunidades de crecimiento.
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2. Acciones de crecimiento
Las acciones de crecimiento son como autos deportivos, porque son rápidas, llamativas y con un enorme potencial, pero también requieren cierta destreza al manejarlas.
Suelen estar ligadas a empresas tecnológicas como Apple o Nvidia, aunque no siempre se limitan a ese sector. Lo curioso es que casi nunca reparten dividendos, porque reinvierten todo en seguir expandiéndose.
Entrar en este tipo de inversiones no es para cualquiera. Si alguien decide comprar acciones de crecimiento de manera individual, tiene que dedicar tiempo a estudiar bien cada empresa.
El riesgo está en que, por lo general, los inversores pagan precios muy altos en relación con las ganancias actuales de la compañía. Eso funciona mientras la expectativa de crecimiento se mantiene, pero en una recesión o un mercado bajista, el entusiasmo se puede desvanecer de golpe y el valor caer en picada.
Aun así, la recompensa puede ser enorme. Al final, gigantes como Amazon o Alphabet fueron en su momento acciones de crecimiento, y quienes supieron apostar por ellas temprano, han visto rendimientos casi imposibles de igualar en otro tipo de inversión.
3. Acciones de dividendos
A diferencia de las acciones de crecimiento, que parecen autos deportivos buscando acelerar al máximo, las acciones de dividendos se apoyan en algo mucho más tangible, los pagos regulares en efectivo que hacen las empresas a sus accionistas.
Por lo general, se trata de compañías grandes, maduras, que ya no necesitan reinvertir todo su capital para crecer. Y ahí está lo atractivo: ofrecen ingresos constantes, algo que muchos inversionistas valoran, sobre todo quienes buscan seguridad o un flujo de dinero estable, como suele pasar con los más experimentados.
Hay sectores, tales como los fideicomisos de inversión inmobiliaria (REIT), donde esta práctica es de lo más normal.
La buena noticia es que son menos volátiles que las acciones de crecimiento, aunque si es importante aclarar que no están exentos de altibajos.
Especialmente en tiempos de incertidumbre en el mercado, si una empresa no puede mantener sus pagos, por regla general, lo que hacen es reducir el dividendo, trayendo como consecuencia que el precio de sus acciones baje bastante.
Ahora, lo más atractivo de todo esto es que algunas de estas compañías no solo pagan un 3 o 4% al año, sino que además incrementan sus dividendos de manera constante. Los llamados “Aristócratas del Dividendo” son el mejor ejemplo: llevan más de 25 años aumentando sus pagos anualmente.
Puede que no ofrezcan la misma emoción que una acción de crecimiento disparada, pero la tranquilidad de ver cómo ese ingreso sube año tras año tiene su propio encanto.
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4. Fondos de bonos
Son una manera sencilla de tener acceso a un conjunto bastante amplio de bonos, sin necesidad de ir comprando uno por uno.
Estos fondos, que pueden ser mutuos o ETFs, por lo general incluyen emisiones muy variadas, pueden ser corporativas, municipales o incluso del propio gobierno federal; por tanto, cada una trae consigo su propio nivel de riesgo, particularidades y su duración.
Lo básico es que cuando una empresa o un gobierno emiten un bono, están prometiendo pagar intereses de manera periódica y, al final del plazo, devolver el dinero que prestaron inicialmente.
Aunque parece una idea simple, esa mecánica es lo que hace que muchos inversionistas piensen en los bonos como una opción más segura en comparación con las acciones.
Son una buena opción para quienes prefieren no complicarse analizando bonos individuales o simplemente no tienen suficiente dinero para comprarlos directamente, ya que cada bono suele costar alrededor de mil dólares.
Con un ETF de bonos, en cambio, puedes comenzar con mucho menos dinero y aun así acceder a esa diversificación.
Pero no hay que dejarse llevar por todo este encanto; aunque se perciban como estables, los fondos de bonos también se mueven, sobre todo cuando cambian las tasas de interés.
Y no todos los emisores son iguales, mientras que los bonos del gobierno federal suelen ser bastante seguros, los corporativos varían desde relativamente confiables hasta muy arriesgados. Lo que más atrae es la diversificación que ofrecen. Un solo fondo puede incluir cientos de bonos distintos, lo que diluye el impacto de que uno de ellos falle.
Claro, el rendimiento no será tan alto como el de un fondo de acciones, quizás un 4 o 5% anual menos en el caso de los bonos del gobierno, pero a cambio, el riesgo también es mucho menor.
5. Acciones de valor
Son una alternativa más defensiva cuando el mercado se ha disparado y muchas acciones parecen sobrevaloradas.
Básicamente, son empresas que, según ciertos indicadores como la relación precio-ganancias, parecen “baratas” en comparación con lo que generan.
A diferencia de las acciones de crecimiento, que suelen expandirse rápido y tienen valoraciones mucho más altas, las de valor ofrecen una sensación de estabilidad.
Son la opción ideal para quienes buscan algo menos arriesgado. Por lo general, se comportan bien cuando las tasas de interés suben y su menor valoración ayuda a que sean menos volátiles, lo que disminuye la posibilidad de grandes caídas.
Por eso, resultan atractivas para los inversores que prefieren no arriesgar demasiado, pero aun así quieren ver rendimientos interesantes.
Y aunque suene contradictorio, también pueden sorprender cuando el mercado las favorece; por ejemplo, su precio puede subir más rápido de lo esperado y ofrecer ganancias superiores al promedio.
Hay que pensar en ellas como una manera de equilibrar seguridad y oportunidad en la inversión: protegen un poco frente a la caída y, al mismo tiempo, tienen espacio para crecer cuando llega su momento.
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